

Comunicarse bien, siempre requirió tener empatía con el otro. Antes del aislamiento, utilizábamos diversas herramientas blandas que reforzaban nuestro discurso y así, en un 38% persuadíamos con nuestra voz; en un 55% con nuestro cuerpo (comunicación no verbal) y en un 5% con nuestro lenguaje verbal. Lográbamos que nos crean; que se motiven nuestros equipos; que se solucionen los conflictos presentes; que las emociones pudieran expresarse y gestionarse con toda amplitud.
Si la videoconferencia que usábamos, en algunas oportunidades, no había resultado óptima, teníamos la opción de ver a nuestros equipos personalmente y aclarar lo necesario.
Aunque usáramos algunas de las tecnologías digitales, sabíamos que después teníamos algún espacio presencial donde poder explicar y definir mejor, de forma personal, algo que estaba inconcluso.
Las comunicaciones fluían en mayor o menor medida de forma eficiente, si la empatía y asertividad del líder o de los integrantes del equipo se ponían en acción.
Nuestras emociones, si eran gestionadas de forma eficaz por los líderes, marcaban la diferencia.
Hoy, en tiempos de aislamiento obligatorio, trabajando en forma remota y de manera sostenida y sistemática ¿cómo logramos persuadir a los otros y en especial a nuestro equipo?¿Cómo canalizamos nuestras emociones en estas circunstancias?
Evidentemente tenemos que utilizar con mayor profundidad y en forma estratégica, las diversas herramientas blandas, necesarias para lograr una comunicación óptima.
En estos momentos de incertidumbre, nos refugiamos en el lenguaje como pieza fundamental, para lubricar los engranajes complejos de la comunicación.
El lenguaje nos permite crear nuestras relaciones sociales, mantenerlas y hasta destruirlas; nos permite también algo muy especial como expresar nuestras emociones superando la vía de la comunicación no verbal.
En este tiempo sin tiempo, las nuevas tecnologías tienen su gran protagonismo pero junto al lenguaje. Especialmente el lenguaje oral (nuestra voz), tantas veces ignorado e invisibilizado, pero que produce un efecto de gran impacto aunque no sea siempre percibido como tal.
A través de las diferentes entonaciones, de los diversos tonos e intensidades, nuestra voz persuade y transmite infinitas emociones que vamos sintiendo y que el otro percibe con nitidez.
En las videoconferencias, que ahora usamos en forma permanente, se pierde el eje de la mirada con el otro y desaparece el acercamiento, la credibilidad y la motivación, si no se utiliza como refuerzo algunas de las herramientas estratégicas.
El cuerpo es simplemente virtual, debemos nosotros completarlo en nuestro cerebro. Solo el rostro marca una diferencia, quedando la responsabilidad directamente en el lenguaje oral, a través de la voz.
Es importante tener en cuenta, si nos comunicamos con un cliente o con nuestros colaboradores y necesitamos estratégicamente producir confianza, credibilidad y proactividad, usar este instrumento oral con mayor exactitud.
El lenguaje, en estos tiempos, nos produce un espacio de resguardo y seguridad cada vez que escribimos un WhatsApp o recibimos un gmail , mucho más que antes, porque permite llenar las lagunas que provoca no estar presente con el otro.
Hoy, casi podríamos decir que el lenguaje, como lo afirma el antropólogo Robin Dunbar en su teoría comparativa del ser humano con el animal, podría ser una respuesta a la necesidad de continuar con el acicalamiento social entre las personas, cuando éstas no están cerca unas de otras.
El lenguaje entonces, nos permite que nuestras emociones puedan canalizarse a través de la voz y lograr todos los objetivos que nos proponemos.:producir empatía, asertividad, credibilidad , motivación y algo más importante todavía, como es “sentir virtualmente” la emoción del acercamiento social.