¿Qué hacer con tus emociones dentro de la burbuja del aislamiento? Tablero de control

Aprender a reconocer las emociones y entenderlas es indispensable para relacionarnos y funcionar adecuadamente.Sin embargo, la gente tiende a pensar que la expresión emocional es un signo de debilidad.  Esto conlleva a un mal manejo de las emociones, y por ende, a síntomas físicos y al deterioro de la salud.

El estar dentro de una burbuja del aislamiento o cuarentena, como vulgarmente llamamos y vivir experiencias adentro  de ella con fuerte impacto como rupturas, pérdidas, duelos no resueltos, desvalorizaciones, apegos inseguros, entre otras, y no reconocer ni aceptar las emociones que están inmersas , fomenta que la persona pierda el control de las mismas.

El componente esencial de la regulación emocional es de índole cognitivo ya que será la manera de interpretar las situaciones concretas las que condicionan las reacciones emocionales. Por ejemplo, la manera de interpretar un comentario negativo que nos hacen puede ser como una ofensa, lo que origina una reacción emocional de enojo o malestar hacia esa persona, o por el contrario puede ser interpretado con una intencionalidad positiva y, por tanto, el malestar desaparecerá. Es por esto que el dominio de los pensamientos garantiza la regulación emocional.

Los pensamientos automáticos se relacionan habitualmente con estados emocionales intensos -como la ansiedad, la depresión, la ira- diferenciándose de la forma de reflexión y análisis que pueden llevarse a cabo en situaciones anímicas de calma o de razonamiento.

Estos diálogos internos referidos a temas muy concretos aparecen en  formatos de palabras clave, pero son involuntarios y muchas veces difíciles de controlar o evitar. Generan distorsiones cognitivas y si nos proponemos observarlos dentro de la burbuja del aislamiento  donde hay un tiempo, sin tiempo; un espacio que es un “no lugar” y donde las actividades laborales y familiares se entrecruzan, estas distorsiones se potencian aún más.

Tener conciencia de cuáles son las distorsiones cognitivas nos alerta para poder manejarlas. Por ejemplo, habitualmente se filtra lo negativo y lo positivo se olvida, y toda la situación se interpreta de acuerdo a ese detalle. Para contrarrestar esta distorsión conviene preguntarse ¿es esto realmente así?

Además, a veces las cosas se valoran como buenas o malas. Por ejemplo, si no soy perfecto solo podré ser un fracasado ¿No hay grises?

Se utiliza también generalizaciones: “todo, nadie, nunca, siempre, todos, ninguno”. Es bueno preguntarse. ¿Cuántas veces ha ocurrido esto realmente?

Hay otra distorsión del pensamiento en que uno  tiende a compararse continuamente con los demás: “lo dice por mí” o “hago esto mejor (o peor) que tal”.

Otras formas de distorsiones es la «falacia de control» que consiste en como la persona se ve a sí misma como responsable de todo lo que ocurre a su alrededor o en el otro extremo, se ve a sí misma sin ningún tipo de control sobre los acontecimientos de su vida. Expresiones como “no puedo hacer nada por…”, “solo me sentiré bien si…”, “yo soy el responsable de todo…”

Desde otro ángulo, la “falacia de justicia” consiste en valorar como injusto todo aquello que no coincide con los deseos o expectativas personales.: “no hay derecho a…”, “es injusto que…”, “si de verdad…, “entonces…”

Hay otra falacia, la del cambio, donde la persona suele creer que para cubrir sus necesidades son los otros quienes han de cambiar primero su conducta. Por ejemplo, ante problemas de relaciones “los problemas solo se solucionarán si mi compañero cambia”. Es mejor preguntarse ¿podría yo hacer algo?

Dentro de este contexto también “etiquetamos”, ponemos un nombre a nosotros mismos o a los demás. Decimos: “soy un…, es un…, son unos…”. La culpabilidad no se queda atrás. Atribuimos la responsabilidad de los acontecimientos totalmente a uno mismo o a otros, sin base suficiente.

De ahí que, identificar esta variedad de pensamientos automáticos que nos llevan a distorsiones cognitivas es fundamental para poder lograr dentro de la burbuja (familiar y  laboral) diferenciar las herramientas de control de nuestras emociones, teniendo en cuenta que para ello es fundamental la tolerancia a la frustración, el manejo del enojo, tener capacidad de retrasar gratificaciones, contar con habilidades y desarrollo de la empatía para poder lograr  que funcione bien un verdadero tablero de control de las emociones.

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